Reflexiones de una actriz

Por María del Carmen Mestas
Fotos: Héctor Garrido

Laura de la Uz habla de su paso por el cine y la escena y de otros aspectos relevantes de su vida artística. Ella ha vuelto al set para uno de los papeles protagónicos del filme vestido de novia, de la realizadora Marilyn Solaya: se trata de una historia muy humana sobre la transexualidad.


Desde la estación de la madurez, el acertado manejo de los recursos expresivos y, en especial, su sensibilidad, Laura de la Uz se reafirma como una de nuestras actrices más dotadas. Ha logrado entrar en ese espacio de luz, en lo que pudiéramos llamar la maravilla del encantamiento para dar vida a personajes que han quedado en la memoria por su hondura psicológica, su densidad dramática… Cómo olvidar su actuación en Hello Hemingway, Madagascar o en su más reciente largometraje La película de Ana, que le valió el Premio Coral a la mejor interpretación femenina en el XXXIV Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, cómo no recordarla en la escena en Electra Garrigó,La Boda o en Delirio habanero. Mediante el arte de la mirada o el gesto, la artista es capaz de manifestar la pasión interna de sus personajes: el desgarramiento, el vacío de la soledad, el amor que se marchita, la rebeldía… y todo dentro de la mayor naturalidad interpretativa. Siente seducción por las palabras, su tono e intención, ideas cabalgando en la memoria, resplandor o sombras, pero siempre divinas palabras, como expresión del pensamiento en su transcurrir. Ella goza a plenitud los procesos creativos en los sujetos de ficción, mujeres que emergen en las historias con sus obsesiones, a veces, recurrentes, las crisis existenciales, conflictos íntimos, tragedias, el mito extraviado en la locura, avatares… Breves apuntes Para esta habanera, nacida un Día de los Enamorados, en 1970, positivo influjo tuvo el hogar, donde vivió el amor de sus padres, tías y primos, y toda la parentela que pronto se convirtió en su primer público. Del abuelo, conoció historias que alimentaron su fantasía; una de las tías confeccionaba programas donde entrevistaba a Laura como si ya fuera una artista; la madre alegraba a todos con sus ocurrencias. Claridades del espíritu fueron aquellos gratos momentos en la casona de Los Sitios, con enseñanzas, juegos, travesuras y algarabía infantil. Anhelante por asomarse al mundo de la actuación, estudió en la Escuela para Instructores de Teatro (ENIT). Tiempo de múltiples afanes para conocer a los grandes de la escena. Autores y heroínas, dramas y comedias… y todo bordado en la pasión de quien se entrega y talla los caracteres humanos. Hizo interpretaciones para distintos medios y en la TV, es pectadores y prensa elogiaron su desempeño en series y tel e novelas como Blanco y negro ¡No!, El naranjo del patio, Para el año que viene y Oh, La Habana. Aparece en los filmes Esther en alguna parte, de Gerardo Chijona, y en La pared de las palabras, de Fernando Pérez. Durante 2012, hizo actuaciones en Y sin embargo… de Rudy Mora, Amor crónico, de Jorge Perugorría, y en Siete días en La Habana, de Benicio del Toro. Ahora, Laura está enfrascada en uno de los roles de Vestido de novia, largometraje de la realizad ora Marilyn Solaya, que toca el tema de género y la transexualidad.




Cuestionario para reflexionar

¿Cómo valoras La película de Ana en tu carrera?

«Ha supuesto la posibilidad de volver a hacer un personaje protagónico, oportunidad que se da pocas veces a las actrices en la filmografía cubana. Y ha ocurrido en un momento personal en que me siento madura como actriz y mujer.
«El mayor desafío a la hora de interpretar a Ana fue que la toma de conciencia, la evolución que va teniendo resultara orgánica, lógica, que no se vieran las costuras.   También fue un reto evitar la posible solución machista a la que podía tender su situación.
«La escena más difícil: la de la azotea. Al menos era la que más me preocupaba porque me daba mucho margen de improvisación. La dificultad se centraba en que Ana está en ese momento actuando de Ginett y debía ser creíble para los alemanes, pero dejando entrever el nerviosismo que ella siente ante esa situación. Y, además, en medio de toda esa cosa ilógica que ella dice, aprovecha que está detrás de la máscara que le brinda el personaje para empezar a hablar de su realidad como nunca antes lo había hecho».

Háblame de tu vínculo con Daniel Díaz Torres, los otros actores y, en especial, con Juliet Cruz.

«Ahora lo veo como una relación muy bonita, muy cercana, de mucha confianza. Daniel y yo nos hemos hecho un poco amigos: ha habido una buena química trabajando. Muy abierto a la hora de que yo pudiera intervenir con mis ideas, con mi criterio acerca del personaje, de cómo desarrollarlo. Fue muy fácil trabajar porque él sabía a dónde yo quería llegar y yo sabía lo que él quería hacer con el guión, y teníamos claro cómo queríamos trabajar eso de conjunto. Por otro lado, Daniel es una persona muy cariñosa, amable y con un tremendo sentido del humor.
«Compartí con un excelente equipo de actores y actrices. La comunicación en general, buena, distendida, incluso con los alemanes. Con Michael igual nació una amistad muy bonita. Es un actor muy sensible, muy orgánico, auténtico, que actúa con lo que siente verdaderamente; lo que le da una naturalidad que resultó maravillosa a la hora de actuar con él. Paula, Enrique son de alguna forma maestros a quienes yo suelo observar en silencio cuando interpretan personajes porque siempre se aprende. Nunca había actuado junto a Yerlín, y fue un descubrimiento lindísimo. Es una gran actriz a la que todavía no se le ha sacado el partido que se debiera. Con Tomás estudiamos de conjunto para construir su personaje y con la relación entre él y Ana.
«A Juliet tampoco la conocía y surgió una bonita amistad. Se trata de una mujer muy especial, una persona franca, sin dobleces. Y como actriz es estupenda como lo demuestran las tres películas que hizo el pasado año».


¿Hasta dónde es para ti un goce la interpretación de un personaje, has sentido alguna vez miedo al incorporar alguno?

«Siempre se siente miedo. Y a la vez es un goce porque me gusta hacerlo. Pero miedo siempre hay, por más conocimiento y técnica que una tenga, cada vez es como salir a la calle con una venda puesta: no sabes qué puede pasar».

¿Directores inflexibles o que te den margen a la improvisación o a lo que tus ideas puedan aportar para enriquecer los personajes?

«Nunca he trabajado ni querría trabajar con directores férreos. Me gustan los directores que ven a los actores y actrices como algo más que un simple instrumento, que los ven como sus colegas, compañeros que pueden incorporar sus ideas».

Santiago de Chile fue una escala importante en tu carrera, ¿qué le debes a la Escuela Internacional del Gesto y la Imagen, La Mancha, qué, en particular, a Rodrigo Malbrán?

«La escuela La Mancha fue todo un descubrimiento para mí. De hecho un descubrimiento que estaba anhelando. Necesitaba un tipo de escuela, un estudio, que despertara mi cuerpo y que despertara mi mente, en cuanto a la actuación y a los distintos modos de hacer teatro. A pesar de que recibí una completa educación teatral en la ENIT (Escuela Nacional de Instructores de Teatro), tenía una necesidad realmente grande de darle más coherencia teatral a mi cuerpo. Así que la escuela apareció en mi camino y, cuando conocí su plan de estudios, supe que eso era lo que estaba buscando. Le debo el haberme enseñado a observar, a comprender qué es realmente lo que tengo que separar para mi trabajo y cómo utilizarlo para poder acabar aplicándolo. Y me enseñó que la actuación no es solo algo que nace de la intuición, del talento, de las ganas que una tenga de actuar o de un estudio meramente psicológico de los personajes. Más bien la actuación se construye sobre el estudio del comportamiento humano, tanto en lo psicológico como en lo físico. Me mostró una forma más profunda de abordar un personaje. También me dio la posibilidad de acometer estilos teatrales que no se pueden encontrar en nuestro país, más allá de lo teórico. De este modo, pude trabajar con la tragedia griega, la comedia de arte o el clown, algunos de ellos estilos tan ancestrales que están perdidos en este lado del mundo. Y esta escuela me dio la posibilidad, además, de aprender cómo usar estos estilos antiguos, pero con un lenguaje actual. Y cómo saber, cuando trabajas con un texto, cuál es el estilo más apropiado para dotarlo de la estructura que permita decir lo que quieres sobre ese texto. 
«En cuanto a Rodrigo Malbrán, es para mí un maestro, quien me adentró en ese conocimiento. En los momentos duros, en los momentos de dudas que viví en Santiago de Chile, fue la primera mano que siempre encontré y que me empujó a seguir adelante hasta el final. La escuela exigía y yo tuve que hacerla trabajando de noche para poder vivir. Y en muchos momentos me sentí agotada, sentía que estaba a punto de plegar. Y Rodrigo fue, en ese sentido, mi sostén, me dio brío, impulso, fuerza para poder continuar. Hoy es un gran amigo».

Sé que gustas de la música…

«La disfruto porque es una fuente de inspiración constante para mí. De la música me nacen distintas ideas cuando perfilo un personaje o estudio un guión. A veces hay músicas a las que recurro porque me ayudan a buscar ese estado de ánimo para poder entrar en lo que voy a hacer».

¿Y el silencio?

«Lo necesito. Por nuestra misma profesión, los actores hablamos mucho; llegamos a un ensayo y todo es hablar, hablar, hablar… Sucede en los rodajes… Y sí, necesito del silencio. En los rodajes, por ejemplo, aunque comparto con todo el mundo, siempre busco momentos de soledad, de silencio. Y en mi casa igual. Necesito esa paz que brinda el silencio para sentirme, para saber de verdad dónde estoy, en qué estoy».

Se refiere con entusiasmo a la nueva propuesta cinematográfica en la que ahora interviene:

«Participo en la ópera prima de Marilyn Solaya, que se llama Vestido de novia. Es la historia de un transexual operado en Cuba. Estoy muy contenta de actuar en este proyecto que, además, lo lleva a cabo una mujer. Esta película aborda el tema de género.
Habla sobre la diferencia, habla sobre el respeto, que son asuntos candentes ahora en nuestra sociedad y que necesitan ser tratados específicamente en el país, donde todavía
el machismo y los prejuicios tienen un lugar privilegiado dentro de la sociedad».






CUADROS DE TEXTO DEL ORIGINAL DE LA REVISTA MUJERES

Crecimiento, satisfacción personal

«Me interesa ser una mujer que cada vez pueda alcanzar un poco más de sabiduría y que cuando llegue a la vejez mire hacia atrás y pueda estar satisfecha, pero no solo con lo que logró alcanzar con la profesión, sino con lo que haya logrado en la vida. Haberse sentido feliz. Y la felicidad tiene que ver con otras cosas que no son premios alcanzados ni cuántas películas hechas. Que cuando saques la cuenta al final de tu vida, eso que tú eres, en ese minuto antes de morir, sea lo más cercano posible a aquello que soñaste en
tu niñez, en lo referente al crecimiento, a la satisfacción personal.

En 2012 obtuvo el Premio de la Asociación de Críticos de Nueva York (ACE). Mejor actuación actriz visitante, por su papel protagónico en la obra Delirio habanero. En esta extraordinaria caracterización de La Reina, la artista canta y baila.



De: Revista MUJERES, nº 1/2013, páginas 18-21.
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