Un Delirio sin par

Un Delirio sin par

Hace ocho años regresaba a La Habana después de una muy larga estadía en Chile, de aproximadamente seis años. Decidía, por ese entonces, volver a mi ciudad, a mi tierra, por muchas razones. Entre ellas, retomar mi carrera como actriz en mi país, donde la gente en la calle aún me recordaba y me mostraban mucho cariño. Fue algo que no me esperaba. Habían pasado muchos años y muchos actores seguían acá, trabajando duro, dejando huella, mientras que otros muchos habían surgido para ganarse el corazón de los cubanos…y yo en medio de ellos, también seguía habitando en el corazón de mi gente.
Llegué un día de junio, con mi hija de dos años en brazos y con la idea de comenzar a trabajar en todos los medios, pero en proyectos que presumieran nuevos retos para mí. Mostrar mi crecimiento, no sólo como actriz, sino como persona y como mujer.

Fue así que un día Raúl Martín, director de Teatro de la Luna (compañía que fundé junto con él) me ofrece trabajar en un nuevo proyecto llamado Delirio Habanero, de un dramaturgo cubano fallecido en ese entonces hacia apenas un año. La obra trata sobre tres dementes melómanos que creen ser grandes figuras de la música y la sociedad cubana y que se reúnen todas las noches en un bar abandonado de La Habana. Los personajes que ellos creen ser son, de una parte, Beny Moré, el más grande músico popular cubano de todos los tiempos, de otra, Varilla, el famoso barman de la célebre “Bodeguita del Medio” y finalmente una mujer que vive segura de que ella es la mismísima encarnación de Celia Cruz, la gran cantante cubana que emigró de Cuba a principios de la revolución.



Y así nos reunimos dos actrices y un actor para dar vida a estos personajes, que no son más que una justificación para hablar de la realidad de los cubanos, sus dolores, sus contradicciones y sus esperanzas. A través de la música, las discusiones y los abrazos.

Fue un montaje que nos llevó nueve duros meses de nuestras vidas. Desde que comenzamos a levantar la obra comenzaron a aparecer todo tipo de obstáculos y vicisitudes. Primero no teníamos local de ensayo, hasta que nos asignaron uno, precisamente y no por casualidad, un cine abandonado de nuestra ciudad que hoy continúa siendo nuestro local de ensayo, con el sueño de convertirlo, un día no muy lejano, en una sala de teatro donde presentar nuestras obras. Después aparecieron todo tipo de enfermedades. Cuando se sanaba  uno, entonces se enfermaba otro y así nos íbamos turnando en un círculo de adversidades de dónde a veces nos parecía imposible salir. Gripes fuertes, esguinces, contracturas de espalda, infecciones de cualquier tipo y hasta dengue. Fue así que decidimos dar rienda suelta a nuestro folklore religioso y encargar una misa espiritual. Necesitábamos encontrar una explicación a tanto impedimento. Raúl que se declara ateo por convicción, Amarylis y yo, que  nunca habíamos tenido una experiencia de este tipo y Mayito, que sí cree y le encanta conocer y adentrarse en la religión yoruba. Teníamos  que bautizarnos, ese fue el dictamen. Y ante los ojos asombrados e incrédulos de nosotros mismos, todos nos bautizamos, hasta Raúl probó el agua bendita en su frente. Hicimos una bóveda espiritual en nuestro teatro, donde todas las mañanas y antes de comenzar los entrenamientos, debíamos encenderles una vela y pedirles permiso a los espíritus de estos seres para representarlos en esa obra. Y así fue como pudimos avanzar, no sé si porque finalmente nos dieron permiso o porque esa ceremonia provocó que todos nos sintonizáramos más para el trabajo. La cosa fue que la obra salió…y ha sido un regalo maravilloso todo lo que hemos vivido desde su estreno en el 2006 en La Habana. Teatros abarrotados de cubanos que reían y lloraban al verse retratados a través de personajes  a quienes amamos. Numerosos premios, festivales y giras internacionales, pero sobre todo, el reconocimiento de un público que abarrotaba las salas con largas e intensas ovaciones.






Celia Cruz y yo

La imagen que yo tenía de Celia es la misma que teníamos muchos cubanos que nacimos después de la revolución, y está arraigada en su situación política, degradando así su grandísima condición de artista grande. Apenas la había escuchado, pues en Cuba estaba prohibido escucharla. No se oía en las radios ni en las casas, y si las personas la escuchaban, lo hacían bajito, casi a escondidas. Celia, a ojos de muchos cubanos, no era más que una gusana, o sea una desafecta (que palabra tan fea) de la revolución.

Para poder adueñarme de su estatura, tuve como primer paso, que sacarme de encima muchos prejuicios mal formados. Comencé a escucharla. Poco a poco fui descubriendo canciones memorables, boleros, guarachas, sones, guajiras, en una voz y una energía inigualables. Amigos que viven en Miami me enviaban discos con entrevistas hechas a ella…y me enamoró la Reina con su cubanía, con su autenticidad, con su alegría por la vida, su ética y su amor indiscutible por una tierra que prácticamente la exilió y  a la que nunca más pudo regresar. Y ese era su sueño más preciado. No pudo regresar ni cuando falleció su madre, a poco tiempo de ella quedarse a vivir fuera de Cuba, ni tampoco después. Cuando más cerca estuvo de su tierra fue en la Base Naval de Guantánamo donde se presentó  para dar un concierto. Y queda de ese momento una pequeña foto donde ella guarda celosamente un puñadito de tierra cubana en un pequeño sobre de nylon.


Mi sueño más preciado con esta obra era poder representarla en lugares donde la Reina fue aclamada y es aún muy querida. En Colombia y en España (lugares a donde, no sé porqué razones no hemos podido llegar) y a Venezuela, Miami y Nueva York. Un buen día, hace ya exactamente un año, llegamos a Nueva York, con una emoción que aquí, en este pedazo de hoja me es imposible de describir. En una noche preciosa Manhattan se abría a nuestros ojos cubanos por primera vez, desde el taxi que nos trasladaba del  aeropuerto. Cuando sólo faltaban segundos para divisar a La Gran Manzana pusimos a Celia a toda voz en la laptop de Raúl. Ella cantaba La vida es un carnaval. Los cubanos, dentro del Yellow cab, llorábamos desconsolados, viendo cumplirse, como en los cuentos, un sueño dorado que abrazamos durante años. En siete días dimos cinco funciones a teatro repleto, con más ovaciones cerradas y gritos de “Viva Cuba”. Conocimos a su representante Omer Pardillo, quien nos contó y nos regaló lo mejor de ella. Fue a nuestras funciones de Miami con dos de las mejores amigas de “la negra” y para más regalo, acudieron emocionados a abrazarnos a los camerinos. Finalmente visitamos su tumba y le canté con todo mi corazón a los pies de ella su Vieja Luna. Lloramos otra vez y nos fundimos en un abrazo de siete personas, por un sueño. 




Mi Celia: He aquí este agradecimiento profundo y las disculpas de una cubana, que en su ignorancia, por mucho tiempo no vio a la cantante inigualable, a la cubana más auténtica que haya existido y al ser humano inmenso que habitó en ti. Dejándome llevar por prejuicios infantiles e injustos con los que hemos vivido por tanto tiempo los cubanos.

Sirva este espacio para hacer público una vez más mi dolor y mi alegría por ti. Mi gratitud a la vida, por haberme concedido la dicha de conocerte y poder reparar de una forma muy modesta todo el daño que sufriste.

Vives por siempre en el corazón de todos los cubanos, que hoy te escuchan más que ayer. Y en el corazón mío, que hoy te ama, como nunca te amó y admiró. ¡Gracias, “Guarachera de Cuba”!

Laura de la Uz





Fotografías de los ensayos de Delirio Habanero: © Héctor Garrido, 2012

Comentarios

  1. Una historia explendida!!!
    Me imagino la alegria que deben haber sentidos todos del grupo.
    Lamentablemente yo en Cuba no escuchaba nada de Celia, hasta pensaba que era de otro pais, imaginate tu, lo mismo me paso con muchos otros artistas cubanos que viven en el experior. Fue solo cuando sali de mi pais, que pude saber verdaderamente sobre su vida y su musica.

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  2. Viva Celia y viva Cuba

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